Archivo mensual: noviembre 2013

Mi experiencia con el BiciQ

En Twitter me habrán leído. Contrario a lo que dice la corrección política, tengo reparos a varios comportamientos que presentan los ciclistas o, mejor dicho, los prosélitos y fanáticos que creen que trasladarse en bicicleta es la única forma de llegar al paraíso.

Me ha tocado saltar en la acera para evitar la embestida de uno de estos ‘jinetes’ que, por el hecho de no andar en auto, se creen con derecho de maltratar (en cualquier forma) a quienes no hacen lo mismo que ellos.

El carnet que te vuelve un ser diferente, superior...

El carnet que te vuelve un ser diferente, superior…

Por eso, tal vez les sorprenda que suscribí al BiciQ. La verdad, me motivó el hecho de que la inscripción anual se volvió gratuita. Otro factor decisivo fue la presencia de una estación cerca de mi casa. Además, he podido ver el agradable diseño de las bicicletas, aparte de que noté que siempre noto las paradas bien surtidas.

El segundo punto, el más motivante para decidir, fue la satisfacción de saber que alguna vez mis impuestos iban a volver a mí, y qué mejor forma que como un servicio útil.

Aparte, he visto ese sistema en otras ciudades. Por ejemplo, la Laranjinha en Río de Janeiro, que funciona distinto (a base de mensajes de texto y aplicaciones móviles, no con carnet) y me pareció interesante.

Entonces, junté los requisitos y fui. El primer día, no empezamos bien. Aparte de tener el formulario lleno a mano,  me indicaron que había que completarlo online. ¿Para qué? Honestamente, no comprendí.

Con lo poco de  paciencia que tengo para los trámites, decidí darle al BiciQ una última oportunidad y llené el formulario de la web (ninguna ciencia) y, al día siguiente, volví a la carga con mi inscripción.

En el local de la calle Cordero no había mucha gente. Presenté los documentos y me sacaron la foto para la credencial. Pensé que iban a verificar los datos y que me dirían el tradicional “vuélvase en unos tres dìitas” para retirar mi documento habilitante.

No fue así. Primera grata sorpresa.

Esperé 10 minutos y ya tenía mi carnet de ciclista. Listo para usarlo.

Mi primera bicicleta.

Mi primera bicicleta.

Fue así que, al día siguiente, estuve la parada Universidad Católica. Retiré mi bicicleta y emprendí hacia el norte.  La segunda sorpresa grata fue constatar que, desde la 12 de Octubre hasta el Ministerio de Agricultura, el trayecto es de poco más de 15 minutos.

Paré ahí, porque tenía que hacer un par de cosas en El Jardín. Luego de una media hora, tomé otra bici en la parada de Las Cámaras.

Parte obligada del viaje era adentrarse en la biciruta de La Carolina. Ahí me cercioré de la mala actitud que tienen muchos de los ciclistas consumados con quienes no son sus pares. Una señorita, con todos los juguetes y aparatos, se tomó a la triste tarea de hostigarme en el trayecto entre la Cruz del Papa y la Naciones Unidas.

Iba detrás de mí y, pese a que iba con audífonos, la alcanzaba a escuchar:

–          Toma tu derecha, toma tu derecha

Ese era su grito emblemático, entre otros. Les juro que yo procuraba siempre conducir como dictan las normas. Pero ella, por andar en bicicleta bacana, se creía dueña de la ruta. En fin, actitud de muchos conductores de auto, a los que ellos -los ciclistas militantes- combaten como los tirios a los troyanos.

Cuando me deshice de tan desagradable compañía, pude enfilar por la Amazonas, llegar hasta la Gaspar de Villarroel, tomar la Shyris. Ahí sucedió lo inevitable.

El accidente

Las consecuencias de la caída. Raspón sin importancia.

Las consecuencias de la caída. Raspón sin importancia.

Iba con confianza, cruzando buses, autos, camiones, gente. Era ya dueño de la situación. Me sentía Eddy Merckx, Pedro Rodríguez… Cuando todo fluía tan bien, dispuesto a tomar la curva de la Shyris y Naciones Unidas, un mal giro me traicionó. Toqué la llanta con la acera, la bicicleta no subió y me vine abajo.

La caída debió ser tan aparatosa  que alcancé a escuchar a una señora, mientras yo estaba en el suelo:

–          Uy, vele a ese pobre señor, creo que le dio un ataque.

Adolorido, pero consciente de que no había mayor daño, me incorporé. Dos policías de tránsito que estaban por ahí, prestos me socorrieron. Muy amables, hasta se ofrecieron a llevarme a la próxima parada.

Dejé la bicicleta en la estación Naciones Unidas. Luego de hacer un par de pendientes por la zona, ya no la tomé de regreso a la 12 de Octubre. Andaba un poco adolorido por el golpe y amenazaba una tormenta de aquellas.

Pero el domingo estuve ahí de nuevo. La ruta ahora era para el sur. Desde la U. Católica hasta Santo Domingo, el punto final donde se puede dejar la bicicleta. Tenía la motivación de que el Ciclopaseo cierra vías.

Bajé por la Veintimilla, tomé la Amazonas, luego El Ejido y La Alameda, hasta que entré al centro por la Guayaquil. Para los legos en este tema, hay muchas subidas, no resulta exactamente placentero. De todas maneras, llegué a Santo Domingo en 28 minutos, con paradas obligadas.

La versión ecuatoriana de   "millones y millonas". Todo sea por la corrección política.

La versión ecuatoriana de «millones y millonas». Todo sea por la corrección política.

Paseo a pie por el centro (me sorprendió lo vivo y activo que estaba) y retorno en bicicleta. Reitero: las subidas de algunas calles –la misma Guayaquil, en sentido sur norte, y la Colombia- son duras. Pero llegar a la Amazonas y transitarla es un crucero placentero. 30  minutos desde el Centro hasta la Reina Victoria.

Voy a sacar conclusiones:

A)     El servicio es bueno, de calidad. Las bicicletas están en buen estado, no sé si sería bueno que tuvieran retrovisores, serían útiles. Pero,  de repente, no son parte del diseño recomendable.

B)      Las paradas están bien ubicadas, se nota que hubo criterio técnico. Aparte, están bien señalizadas, salvo la de la Plaza Grande, que nunca la encontré.

C)      Las ciclovías no están bien señaladas, fuera de las avenidas principales.

D)     El trayecto de la Amazonas, entre la Patria y la Gaspar de Villarroel (y, creo, más allá) es espectacular. Plano, bien señalizado y con un agradable landscape urbano.

E)      La actitud de los conductores de autos es buena. Esperé encontrarme con el escenario apocalíptico que pintan los ciclistas radicales, pero no tuve ningún problema.

F)      Vi usuarios de BiciQ que se quejan de que 45 minutos (el tiempo máximo que se te permite usar la bicicleta) es muy poco. Honestamente, creo que basta y sobra para hacer la mitad de la ruta, al menos.

Concluyendo, les recomiendo afiliarse y gozar de este servicio.

Al final del domingo, ya era un ciclista consumado, tanto que me sentí en la autoridad de, en El Ejido, gritarle a un lento:

–          Toma tu derecha, toma tu derecha